Paracelso, al considerar que el
origen de la enfermedad era químico, buscó en la alquimia los medios
para combatirla. Nació así el concepto de Arcano: ente inmortal
existente en todo lo que cura, es decir algo inmaterial que tiene en sí
poder de generar, transformar, cambiar y renovar los cuerpos,
produciendo o protegiéndolos de la enfermedad y así influyendo
directamente sobre la vida. Para Paracelso el mundo estaba lleno de
arcanos que Dios, Sumo Boticario, había creado y puesto en él, para que
el hombre los buscara y los estudiara hasta ser capaz de conocerlos y
aplicarlos.
Buscó también el "remedio específico" de cada enfermedad -que él
estaba seguro de que existía en la Naturaleza- y usando sus
conocimientos químicos adquiridos en las minas, se dedicó afanosamente a
descubrirlo. Para ello trató químicamente drogas y minerales, e incluso
modificó los medicamentos ya conocidos desde la antigüedad, y así
extrajo sus quintaesencias, con las que preparó extractos y tinturas,
base de todos sus medicamentos.
Estos "productos químicos", obtenidos a fuerza de mezclar y separar, a
menudo con la ayuda del fuego pero sin que apenas existieran reacciones
químicas tal como hoy las conocemos, eran considerados por él los
auténticos principios activos separados de sus impurezas.
Los logros más destacados de su actividad alquímica fueron:
- Fue el primero que obtuvo el láudano a partir del opio, y así lo llamó.
- Empleó el alcohol para obtener las quintaesencias.
- Usó muchísimo el mercurio, bien como metal, bien como sal.
- Usó el sulfato básico de Hg., después llamado "Turbit Mineral", contra la sífilis, en lugar de usar el guayaco, como prescribían los demás médicos. Obtuvo el sublimado corrosivo de Hg. y el calomel: cloruro de mercurio.
- Obtuvo y usó el antimonio y al oxícloruro de antimonio le llamó "mercurius vitea".
- Mencionó el Zinc, al que llamó el metal bastardo. También conoció el uso del plomo, del arsénico, del hierro, del cobre, del cobalto y del bismuto.
- Inventó preparados como el "elixir de la propiedad", el "específico anodino" y el "espíritu vitrioli antiepilectidis" o Licor de Hoffman que junto al láudano han pasado a la posteridad.
También combatió a los farmacéuticos, a los que dijo que si a él le
trataban como a un enemigo era porque no llenaba sus bolsas, al no
prescribir nunca a sus enfermos sus carisimas preparaciones. Les acusó
de fraude, al sustituir en sus preparaciones los componentes mas caros
por otros mas baratos, pero cobrando siempre los mas caros y pidió
continuamente inspecciones efectivas de las boticas.